lunes, 11 de junio de 2012

El nombre


Un hombre se me acerca y me pregunta si soy Sandro Centurión, le respondo que sí. Sabés quién soy yo, me pregunta. No, le respondo. Yo soy Juan Pérez, dice con tono poco amable y entonces se exaspera y me grita que está harto de que lo use en mis historias. Intento explicarle que es sólo una coincidencia sin mala intención, que en realidad su nombre, o sea, cómo explicarle a ese pobre y trastornado hombre, que en realidad cuando digo que Juan Pérez es un mal tipo, un corrupto, un desgraciado que no tuvo una buena infancia, entre otras cosas, no me refiero a su persona sino al personaje que es pura ficción, que mi Juan Pérez no existe, que es un invento de mi imaginación. Por otra parte, ese Juan Pérez es el personaje principal de mis novelas y no puedo prescindir de él. Entonces, el hombre se enfurece, me toma de la solapa y me dice en voz alta y clara “te vamos a matar”. Luego, me suelta y se va imitando el disparo de un arma con su mano diestra. 
Desde aquel día me pasaron cosas muy extrañas, un piano cayó desde lo alto de un edificio a unos centímetros de mí mientras lo subían con una grúa, curiosamente el conductor de la grúa era un tal Juan Pérez; luego, un perro me atacó sin razón aparente, su dueño me pidió disculpas, se presentó como Pérez, Juan. Un auto se salió de la ruta y casi me lleva por delante, el ebrio que lo conducía se llamaba Juan Pérez. 

Intenté escapar de aquella locura. Tomé un avión y me fui de safari a la sabana africana. La desgracia no tardó en alcanzarme. El guía me abandonó a mi suerte en medio de la selva. Sí, se llamaba Juan Pérez.

El mundo está lleno de Juan Pérez y al parecer todos quieren matarme. Por eso me he refugiado en esta cabaña lejos de todo y de todos. Pensé que estaría solo y seguro hasta que escuché que alguien golpeaba la puerta. Era una mujer, una empleada del correo y al parecer viene por estos lares dos veces por mes, es simpática y muy atractiva. 

A propósito, me dijo que se llama Juana. No me atrevo a preguntarle su apellido.


Éste es un relato corto del blog "Rinocerontes bajo la mesa" que escribe Sandro Centurión. En él, propone un cuento para cada día. Es una buena costumbre esa de crear una historia a diario. Me gustó. 

Quizás yo podría hacerlo...¿o no?

 

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