miércoles, 21 de diciembre de 2011

Fortuna sin gordo

Cuando una tiene mucha suerte, se va de escapada a Londres con sus hermanas y amigas a pasar unos días justo en esta época cuando todo es lindo y feliz.


Además de reirse mucho y pasear, una (la suertuda) también disfruta de ver cosas preciosas y de reecontrarse con esa ciudad que siempre da la bienvenida, ya sea en forma de mercadillo, de té con pastas o de frío de ese que arruina el cutis pero que ambienta como nadie la época más festiva del año.


Y si esa misma afortunada disfruta de cosas como éstas, ya no puede pedir más. 

Un paseo por calles decoradísimas con derroche lumínico como en época de vacas gordas.

Un restaurante calentito justo en el momento en que los pies empiezan a ser insensibles de tanto caminar y la conversación se para porque los labios se congelaron. 

 Mercadillos llenos de cosas ricas de esas que le hacen plantearse si dar ya el pistoletazo de salida a las grandes comilonas y que sea lo que dios quiera. 

 Tiendas que huelen como si hubiera diez abuelitas en la trastienda horneando sus mejores recetas justo para que pase y se dé un homenaje de aquí te espero. 

 Cartelitos tan chulos (linda palabra: "chulo") que le recuerdan que está en un sitio también muuuuy chulo.
 
 Detallitos retro de los que le hacen tener el arrebato del decorador doméstico y de repente le entran unas ganas tremendas de transformar toda su casa en una de esas de las pelis de los años cincuenta así, de un plumazo.

  Tiendas que le hacen cuestionarse si viajar con Ryanair (y sus restricciones de equipaje) fue una buena idea.

 Orgías de chocolate en forma de brownie tamaño ladrillo.

Festivales de calorías culpabilidad-free.

 Y pasteles todavía más lindos que ricos con letreros geniales (Se admiten fotos pero por favor no se apoyen encima de los expuestos. Los daños deberán pagarse!!)

Y con tanta suerte, a esta afortunada no le interesa que le toque la lotería ni nada... porque tiene todo lo que quiere.

(aunque por si acaso mañana se va a llevar la radio al trabajo para estar al tanto... más que nada porque debe ser muy divertido ver a todos sus compañeros borrachos y muertos de la risa de felicidad diciendo eso de "tapar agujeros").

martes, 20 de diciembre de 2011

Lugares lindos

¿Se acuerdan cuando les decía que cuando uno va a comer a un lugar también es importante que sea lindo?
Bueno, en el blog de Marcela (precioso) acabo de encontrar uno así. Uno de esos que te invita a quedarte un buen rato charlando con esas amigas con las que la tertulia es infinita. Y además, está en Buenos Aires.

Miren:

bajo la sombrita de la parra
mesa llena de detallitos

pero ¿vieron ese comedor? Divino

esos almohadones!

al solcito
El lugar se llama Boulevard Sáenz Peña y pueden conocerlo acá.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Acto reflejo



Por cuestiones de seguridad, en la prisión no hay espejos, con lo cual pasan años y no te ves. No ves cómo el paso del tiempo afecta a tu piel, a tu pelo, a tu expresión ni a tus facciones. No lo había pensado nunca, pero cuando saliera me encontraría conmigo mismo, ahí de frente.

La gente que está fuera no se da cuenta de que mirarse al espejo es un acto reflejo que todos hacen casi irremediablemente a diario, aunque sea sin prestar atención. Lo hacen aun sin ser conscientes y, casi todo el tiempo, tienen en mente la imagen que proyectan. Yo no lo sabía. No sabía cuál era mi cara después de tanto tiempo. No me había mirado en un espejo en dos décadas. Quizás algún vago reflejo en una cuchara o en una columna de metal, pero nada más.

Ahora estoy fuera. Acabo de salir y soy libre y puedo hacer las mismas cosas que hacen todos. Las voluntarias y las involuntarias. Pero hay algo que no me esperaba. Ni me lo había planteado. Que Ése del espejo ya no soy yo.

Éste fue el testimonio de un ex presidiario que escuché el otro día en una tertulia de la radio mientras iba en el coche. 

Me hizo pensar. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Madre hay una sola (y M también)


"O dáselo a tu madre. Ella sabrá cómo hacerlo". 



¿No es genial?

Y hablando de etiquetas me viene a la mente el comentario de mi amiga M (la dejaremos en el anonimato por lo picante) a quien le regalé un pijamita sexy de esos bien chiquitos que en la etiqueta ponía: "No acercar al fuego" y cuando se lo dí y la vio me dijo: "Ah, entonces nada de enseñárselo a R que se me incendia" (habrán adivinado ya que R es su fogoso marido, ¿no?).

Ella también es genial.

martes, 13 de diciembre de 2011

Debo confesar

 


...que me encantan las películas de Navidad. Lo digo chiquito, para que no se entere mucha gente porque son muy cursis.





Lo que pasa es que, en general, soy muy tiquismiquis con las películas que veo. Salgo del cine y lo critico todo, si es criticable, claro (el criterio personal juega un papel muy importante y no tiene por qué coincidir con el de los expertos. Ellos sí que saben). Aunque ahora creo que ha llegado el momento de decir la verdad: me gustan las películas de esta época, me gustan mucho y no sé por qué. Igual que me gusta la decoración navideña y la música que ambienta las cafeterías, calles, tiendas y hogares.
Es una época linda para pasear, para tomar té con pastas en un local calentito con los cristales empañados por el frío, para ponerse abrigos gordos y bufandas haciendo juego con los gorros, para hacer repostería y que toda la casa huela a bizcocho (aunque no suba nunca, como me pasa a mí -esto es otro tema al que tengo que dedicar una entrada un día de éstos: mi gafe con los bizcochos anti-esponjosos).



En resumen, me gusta el ambiente, el olor, las luces por todos lados, las velas encendidas, el olor a canela, la gente abrigada, el rojo, el verde, el dorado... el champán (la imagen de la copa con las burbujas que suben, no el sabor)... esas cosas. Y como todas esas cosas generalmente se mezclan como en una batidora tipo milk shake en las películas, me encanta acomodarme en el sofá con una manta y tomar té con galletitas Spekulatius y ver todas las "choluladas" (como dice mi prima Laura) que dan las tardes de sábado o domingo y que tienen que ver con esta época.
Da igual si Papá Noel es al final el papá de alguien disfrazado con un traje apolillado y debajo del bigote blanco tiene el suyo negro, si el trineo viene volando por los aires y aparca frente a una casa con geranios florecidos en el porche aún con frío polar, si la nevada cae en Costa Rica, si hay una catástrofe aérea en la que nadie muere porque es Navidad, si Santa Claus convierte a un indigente en ejecutivo de Wall Street que va vestido de Armani y con su milagrosa recién adquirida habilidad para las finanzas salva a la bolsa en el último minuto antes del crack, si los renos hablan inglés con acento italiano o si todos se quieren mucho más que el resto del año (suegras-nueras por citar un ejemplo)... todo eso que no le paso a ninguna otra película, se lo perdono a las de Navidad.


Confesando ésto me siento como si Rambo dijera que le gusta ponerse crema con olor a rosas en las piernas y mascarilla de lavanda antes de irse a dormir.

Una vez mi primo Pablo, que me tiene por una aficionada al cine muy exquisita (¡qué ilusión parecer tan refinada!), vino a ver conmigo 'Love Actually' y cuando salimos, con un poco de miedo y en voz muy bajita osé decirle que me había gustado: casi me expulsa de la familia y ahora me mira raro...

Y bueno, una tiene sus debilidades y de vez en cuando debe revelarlas para parecer más 'humana' ;-). Porque ahora lo cool es decir que no te gustan las Navidades, que querés que pasen rápido y olvidarte de todo. Y sí, es cierto que hay cierta dosis de agotamiento en todo lo que hacemos por estas fechas, pero a mi me encanta la gente que decora sus casas, que hace regalitos y los envuelve con papel decorado y lazos con purpurina, que cocina bizcochos altos y esponjosos para sus amigos y que se compra unas medias de cebra o leopardo sólo porque es Navidad.


Son sólo unos días, un poquito de paciencia. Después ya volveremos a la rutina sin luces de colores ni velas rojas. Ya tendremos tiempo de tomar el té sin canela y de envolver los regalos con papel azul o darlos con la bolsa de Carrefour (así, sin glamour). Ya volverán las películas rusas en versión original o subtituladas en francés del norte. Mientras tanto, cursilerías power.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sin exclusividad

monísimas ellas


¿Te miraste al espejo esta mañana? ¿Pensaste que nadie se parece a vos tanto como vos mismo?
Hay gente que no tiene esa sensación de "exclusividad" de fisonomía. Son los gemelos idénticos.
¿Pensaste alguna vez en cómo debe ser la sensación de tener un hermano gemelo? ¿Qué debe sentirse cuando miras a otra persona y tiene tu misma cara? Siempre me lo pregunté. Será porque entre mis hermanas y yo no hay un parecido de esos de asegurar que existe el vínculo indudable y evidente. Cada una tiene tu rostro individual sin semejanzas "plagiadas". Obviamente creemos que existen gestos, guiños, alguna característica suelta que vuela en el aire, pero poca cosa más. Nuestras cejas, ojos, bocas, orejas y mentones tienen copyright individual y no nos vemos reflejadas en la otra, salvo algún flash así rápido que de repente nos vuelve reconocibles pero que pasa casi inadvertido, aunque las tías insistan en que siiiiiii, que se parecen... por favooooor, claro que siiiiii (ese es el tono que usan cuando lo dicen). 

A todos nos escalofrían y nos intrigan las historias esas de gemelos que se separaron al nacer y que, tiempo más tarde, cuando se encuentran o conocen de la existencia del otro dan fe de las coindencias en sus vidas paralelas. Y si hay medio medallón en cada parte ya flipamos en colores (ahora que lo pienso, ¿alguien alucina alguna vez en blanco y negro? ;-).

Dos veces me pasó, yendo por la calle, lo de reconocer a una persona y llamarla por su nombre y decirme: "No, no soy quien tú crees, soy su hermana!" ¿Se imaginan el nivel de parecido que había entre ellas? Pues no eran ni gemelas. En los dos casos eran hermanas y punto. Curioso ¿eh?

En nuestra familia tenemos un caso de gemelitos. Bueno, serían mellizos en realidad. De esos que se parecen mucho-mucho pero que se pueden distinguir. Eso sí, hay que verlos por delante, porque por detrás nos despistan a todos. Son nuestros "gemis" Luciano y Julián, que evidentemente fueron toda una revolución familiar. Por la novedad y por la revolución en sí misma, digo.

Se ve que hay mucha gente a quien este fenómeno le parece algo más que curioso y, a partir de esa inquietud, pone manos a la obra y realiza de ello un trabajo creativo (¿por qué no me pasa a mí? Lo de tener una idea creativa a partir de una inquietud y hacer algo lindo. ¿Son los demás más creativos o más rápidos? ;-). Ése es el caso de la fotógrafa María Zarazúa, que colecciona fotos de parejas de hermanos idénticos y juega a las 7 diferencias. Su colección se llama "Parte de ti" y agrupa distintas fotos interesantes y puras sobre este fenómeno. Este artículo habla de ella, aunque por lo visto no fue la única a quien le picaba la curiosidad y puso su talento al servicio de la fotografía en este sentido. Diane Arbus es otra mente creativa (y transgresora) que les dedicó una colección

éstas dan un poco de miedo, la verdad

Si les pica la curiosidad, léanlo. Es bien interesante. Y miren las fotos, claro.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Sabor musical (probado científicamente)

Que siiií, que todo influye. Una comida riquísima es genial, pero el entorno en el que se disfruta también tiene su importancia.

Cuando quedamos con amigas y/o primas y/o hermanas a comer, cenar o tomar un té con tarta, solemos valorar que el sitio donde lo hacemos sea lindísimo. Nos gusta que sea así y, cuando lo descubrimos, decidimos darle una oportunidad y vamos contentísimas con nuestras cabelleras planchadas y vestidas para la ocasión a integrarnos en el ambiente que nos acoge y, de paso, nos ofrece supuestos manjares que suenan deliciosos en la carta y sobre los cuales arrojamos la esperanza de que también resulten atractivos en presencia.


¡Cómo nos gustan las atmósferas decoradas con detalle!  Apreciamos que eso  se vea nada más entrar y decimos oooohhhhhh! al unísono y también apreciamos que alguien pensara en hacer de ese lugar uno de esos a los que una quiere volver. Paredes color gris-hielo y quizás alguna en tono berenjena, lámparas elegidas a conciencia, servilletas a juego con el mantel aunque sean de papel pero puestas con cariño, velas desperdigadas por aquí y por allá, collages en cualquiera de sus formas, una música especial elegida para gustar y cosas así. 


Un momento: Releo lo que acabo de escribir y tengo la ligera impresión de que suena a frivolidad ¿A ustedes también les dio esa sensación? Uuuy, no, no. Vamos a reconducir esto para que parezca serio. A ver si podemos arreglarlo aportando algún dato científico. Mmmhhh… (sonido de pensar):

-- A partir de este punto, esta entrada cobrará credibilidad probando sus afirmaciones mediante uno de esos estudios elaborado por una universidad (siempre hay una universidad que hace un estudio de esos que me encantan porque prueba “científicamente” lo que todos los que nos somos científicos, ni estamos cerca de serlo, sospechábamos de manera inconsciente).

Pues bien, hoy leí un artículo del blog ElComidista, (que aporta todo tipo de curiosidades sobre el mundo de la gastronomía y lo que la rodea para bien y para mal), que explica la influencia que la música tiene en la percepción de los sabores. ¿Habían pensado alguna vez que existía un idilio tal entre las papilas gustativas y el oído? Al parecer un vínculo extraño surge cuando, mientras disfrutamos de una bebida en particular, escuchamos unos sonidos u otros. Una percepción influye en la otra y de ahí nacen las buenas o no tan buenas combinaciones. Depende un poco del gusto de cada uno, pero al parecer hay maridajes que objetivamente resultan más exitosos. Y podemos averiguar cuál casa mejor con cuál accediendo a esta web bien divertida que nos sugiere qué beber según lo que estemos escuchando.


Por tanto, eso que nosotras hacemos, y que parecía superficial total, ahora está probado por sabios (cómo somos, eh. Listas, listas): El entorno es relevante y entra por la vista, por los oídos, por el tacto y el gusto… 

Así que ahora que vienen las fiestas, escuchen buena música, tomen una copita de lo que sea y coman chocolate aunque engorde. Y, lo más importante, expriman hasta la última gota de los sentidos llorando de la risa, que es muy sano. 


Yo escucharé a Melody Gardot (fabulosa) bebiendo una copa de Merlot
Me voy corriendo a comprarme una botellita para experimentar si los sabios saben.


¿Qué van a beber/escuchar ustedes?
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