domingo, 1 de diciembre de 2013

Fuerzas catalizadoras


El otro día leí una frase que me pareció buenísima: "La creatividad es la inteligencia divirtiéndose". Lo cierto es que es genial, pero me hizo pensar que la mía anda bastante seria últimamente. ¿Será por eso que la tengo agobiadísima pinchándola para ver si se ríe algo? Por ejemplo, recientemente me dió por comprar lápices de colores que todavía no usé. Es que cuando veo el típico niño que se sienta en la mesa de al lado tan feliz él, con su librito de colorear me muero de ganas de arrancárselo y no dejar ni una esquinita en blanco. De recuperar de un plumazo esa capacidad perdida hace décadas incontables para dedicar toda mi energía sólamente a pintarle el vestido a Blancanieves.



Pero también me pasa con la lectura. Me da una envidia cochinísima cuando leyendo relajo el entrecejo, la mente y la nuca gracias a un texto esponjoso que me hace flotar en mi imaginación con palabras que van tocando mis sentimientos como cuerdas de un arpa. Eso sí, el gremio escritor que es tan virtuoso como para provocar que estés en países desconocidos saboreando alimentos exóticos, enamorándote de marineros despiadados, salvando ballenas en el ártico o investigando casos intricadísimos sin moverte de tu cama, tendrá que saber perdonar que te reconcoma un resquemor ácido por tener tu propio canal creativo taponado.



Para ir dejando fluir lo que me oprime un lado del cráneo intento, de vez en cuando escribir en este blog, y para la otra parte del cerebro llevo la cámara en el bolso por doquier y hago lo que buenamente puedo. Todo sea para que la inteligencia suelte ocasionalmente alguna carcajada, digo yo.


Para poder darle a la centrifugadora de ideas y no dejar que se espese la materia gris, también visito lugares inspiradores como éste o simplemente me dejo llevar por la creatividad de los demás que es mucho más fácil, reconozcámoslo. 
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