...¡retrasa el Alzheimer!... ¿no es increíble?
Ayer, mientras me tomaba un té con tarta de queso, tomate y albahaca en mi querida pastelería argentina de Palma, MDQ, encontré este artículo en una revista, y como vivo en una comunidad bilingüe y (por fin) ¡soy traductora! (yupi, yupi, yupi), me ví en la obligación moral de publicarlo.
Resulta verdaderamente interesante saber que tener el cerebro en marcha jugando con esos trucos mágicos para combinar vocabulario, reglas sintácticas, semánticas y demás, contribuye a que estemos "protegidos" contra el desgaste, por llamarle de alguna manera, del motor intelectual y sus funciones.
En esta comunidad en la que vivo, las Islas Baleares, existe el eterno dilema en cuanto al aprendizaje y el uso de una, de la otra o de las dos lenguas oficiales. Digamos que, como el saber no ocupa lugar, deberíamos estar dispuestos a aprender y utilizar ambas siempre que queramos. Por tanto, esa discusión no tiene ningún sentido si pensamos en los beneficios que reporta hablar e interactuar con las dos.
Y qué vamos a decir de las ventajas de aprender un idioma extranjero... Yo empecé con 9 años y todavía sigo... es una tarea infinita que nos mantiene siempre alerta, atentos a cada detallito del lenguaje y a sus intríngulis (¡qué divina palabra: "intríngulis"). ¿Ven? Si es que la palabra en general es divina.
Así que para hoy ya tenemos una tarea entrenadora de materia gris (o, mejor dicho: brain-training): leer el artículo. Y para la vida tenemos otra; aprender un idioma.
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