Los que me conocen bien saben que soy tan partidaria del lenguaje como de la labia (de la buena) y de la convicción de que ambas abren puertas y crean un camino recto y seguro hacia el éxito personal.
Teniendo en cuenta ésto y relacionado casi de forma directa con otra entrada anterior en este blog, el otro día, mientras tomaba un riquísimo café con leche con medialunas de dulce de leche (y valga la redundancia) en mi querida cafetería paisana, leí este artículo de la revista MagazineDigital sobre las ventajas de aprender y dominar varias lenguas.
Es bien interesante y, a los papás de mis ahijados (Susi y Nacho), aún en etapa de crecimiento (una más que el otro), se los recomiendo especialmente ya que todavía estamos a tiempo de educarlos como políglotas (¡uy! ¡qué divinos!).
Vale la pena comentar que entre las cosas curiosas que cuenta, afirma que una investigación de la Universidad de Newcastle demostró que las personas que hablan sólo una lengua son más propensas a no distinguir los colores parecidos. ¿Increíble, no?
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