Hay cosas que no entiendo. Muchas. Eso sí, unas
me preocupan más que otras.
No entiendo por qué un crucero con mil
doscientas personas a bordo flota y unas llaves que caen al agua se hunden. No
entiendo por qué los lunes son más lentos que los viernes. No entiendo por qué
las sábanas bajeras son tan difíciles de doblar. No entiendo por qué hay gente
que da un golpecito a un melón para saber si es bueno (¿es que si se queja es
malo?). No entiendo por qué lavarse los dientes con la mano izquierda es casi
imposible y, sin embargo, plancharse el pelo con la misma mano no lo es tanto.
No entiendo por qué a mi vecina le gusta escuchar a Alejandro Sanz mientras
pasa la aspiradora (¿será masoquista por partida doble?). Tampoco entiendo por
qué cuando haces cola, el de atrás se te pega tanto a la espalda (¿es que cree
que así le va a tocar el turno antes?).
Pero sobre todo no entiendo por qué alguien se
pone a hacer profesionalmente algo
que no sabe.
Hace unos días tuve el honor la ocasión
de asistir a la presentación de un libro. Por supuesto no voy a citar ni
título ni autor porque estaría poniendo en evidencia su talento literario y eso
sería decir demasiado. En realidad, lo que pretendo con esta entrada además
de catalizar mi indignación, es cuestionar no tanto el talento literario del
autor sino la profesionalidad o, mejor dicho, la falta de ella, de sus
editores.
El día que haga una entrada de esas de las “5
cosas” contando mis principales fobias, muy probablemente entre los primeros
puestos se encuentren las faltas de ortografía. No puedo con ellas.
Y ahora ya saben de qué va esta entrada.
Me parece bien que todos intentemos hacer
cosas nuevas, cosas que nos gustan y que nos esforcemos para llegar a vivir de
ellas. Es lo ideal. Hay gente que pone todo su empeño o sabe encontrar los
caminos que les llevan a sus objetivos y los hacen realidad. Pero lo ideal-ideal, a
mi humilde entender, es hacerlo lo mejor posible.
El escritor en cuestión es buena persona,
empecemos por ahí, o por lo menos lo parece. Lo cortés no quita lo valiente.
Pero puso en evidencia ciertas deficiencias en la escritura que, su invisible autocrítica
no debiera permitirle airear alegremente ¡en un libro!, a menos que contara
con la colaboración de otros profesionales que sí tuvieran el tema dominado. Al parecer, no era
el caso.
Llegamos, hicimos la correspondiente
colaboración comprando un ejemplar y nos sentamos a verlas venir. Mientras
tanto esperábamos empecé a leer un capítulo. A la sexta línea ya me estiraba de
los pelos. En cada una de ellas había una falta, en ocasiones de ortografía, en
otras de puntuación o de sintaxis. No sé. Quizás no debiera rabiar contra esas
cosas, pero soy de la idea de que si puedes practiques el “zapatero a tus
zapatos” y si no, rodéate de otros zapateros que te aprecien y te aconsejen
bien. Que te ayuden a matizar tus carencias o a resaltar tus virtudes
como artista o buen narrador. No dejes que se empañe tu talento con fallos que
serían fácilmente evitables.
Mi sentencia: los Profesionales -con mayúsculas- (sean del ámbito que sean) están en serio peligro de extinción.
Oviamente a todos noz puede pazar i llo no
deviera meterme con nadie ke crea que lo ace bien i ke disfruta de acer algo
dibertido i ke tiene la suerte de bibir de ello. Ezo zí ke lo entiendo.
Si la perfección no fuera quimérica, no tendría tanto éxito.
Napoleón I
(1769-1821) Napoleón Bonaparte. Emperador francés.
¡estoy contigo! los profesionales son una especie en extinción, al menos en este país, en el que lo que más se premia es la mediocridad.
ResponderEliminarmenos en el fútbol, claro, que nos va a sacar a todos de pobres... ¡ay! que me caliento :o)
beso
Mariana, divina entrada para comenzar la semana.
ResponderEliminarNo podría estar más de acuerdo con el comentario de Itziar, en este país lo que más se premia es la mediocridad y los profesionales de cada sector están en peligro de extinción. Ahora todos sabemos de todo ¿Dónde está el límite? Comienzo a pensar en todas esas preguntas que te haces (muy buenas por cierto), muchas no tienen respuesta... Si empezamos con este tema, no paramos. ;-)
Que fuerte me parece lo que nos cuentas! Yo, con el escritor delante, creo que no me hubiera cortado a la hora de hacérselo saber.
ResponderEliminarIncreíble post.
ResponderEliminarAdhiero en primera instancia a lo del tipo que tenés atrás en la fila. Los odio. Aléjense, ¿o están buscando que los deje pasar adelante mío?
El caso central de este post, muy interesante. Hubo un caso así en mi ciudad, y el chico encima se dio el lujo de decir que su publicación no había tenido mucha prensa acá :S
Creo en gran parte que la base del problema es consultar el proyecto con familiares y amigos. ¡Es probable que ellos no lo critiquen! Lo mejor es rodearse de "zapateros" y aguantar las devoluciones, pero ahí aparece el ego y la "paja" por rehacer o reescribir y el trabajo termina siendo de segunda.
Holis/// espero que puedas reciclar el pelpa =) jajajja
Ufff!! Lo de las faltas de ortografía tiene mala solución. Un incompetente, no por ponerlas, sino por no contar con gente que le corrija. Te lo dice una profe de lengua que, de tanto ver palabras mal escritas, a veces se olvida de cuál era la forma correcta...
ResponderEliminarBesos.
Uy! Qué buena camaradería! Gracias por los comentarios!!!
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