lunes, 22 de abril de 2013

Y me regalaron un título para mi cumpleaños


En mi vida (y la de mis hermanas) hay tres tías fundamentales. Lucy, Betty y Mary. Y cuando digo fundamentales es porque no encuentro un adjetivo que las describa mejor. Cada una en su estilo nos lo dieron y siguen dándolo todo: son generosas sin límite, son cariñosas sin medida, están siempre presentes, en todos los momentos importantes y no tan importantes. Están dotadas con los poderes típicos de una madre en forma de tía: adivinan estados de ánimo, se esfuerzan por alimentarte bien y rico, te obligan a abrigarte si hace fresco y te animan ante cualquier proyecto que emprendas. No saben decir que no, te tratan igual que a sus hijos y, a pesar de sus edades -super bien llevadísimas pero, seamos realistas, no en la veintena- no dudarían ni un minuto en deslizarse en rappel desde una altura de 100 metros para rescartarte si te quedaras suspendida de una cuerda mientras hacías escalada en un fin de semana de escapada a las montañas.

Eso es una tía.

Y lo cuento así porque tuve que hacer un ejercicio de inventario para saber cuáles eran esas cualidades que las definen y que tan bien las caracteriza, gracias a las que hicieron que pensemos qué suerte la nuestra por tenerlas en nuestras vidas. Digamos que ésto es una especie de homenaje a ellas. Llamémoslo así. Pero acá, entre nosotras, les confieso una cosa: de fondo hay un interés oculto. Mi intención es examinarlas muy minuciosamente. Situarlas bajo el microscopio y abrir en canal ese comportamiento, esas actitudes, esas charlas, esas circunstancias y esos momentos para estudiarlas con un fin muy claro: Estoy decidida a plagiarlas.

Es que este mes fue mi cumpleaños (uno muy importante con cambio de prefijo -ya saben-) y mi hermana me regaló algo grande, muy grande. Tan grande que pesó más de 4 kg y tiene un bracito fuerte bajo el cual me trajo, bien enrolladito, un diploma con mi título de TÍA.

En contra de casi todo pronóstico nació apenas unos días después de la Semana Santa, tiene cabellera morenita y es simplemente pre-cio-sa. Se llama Camila y duerme inundada de paz. Tiene la cara rosadita y apenas con diez días ya es ordenada para comer y dormir. Su boquita es perfecta, sus deditos son largos y sus pies como almohadillas. Le gustan los brazos pero se conforma con dormir en su cama si hace falta y no exige más que lo imprescindible: comer y descanso. No le molesta posar y les aviso que es muy fotogénica, porque por culpa de la distancia nos vamos viendo así, en imágenes. Los días que hay más suerte o más tiempo nos deleita con unas pataditas o algún que otro bostezo en vivo y directo, a través de Skype.

Y con una sobrina así, yo no podía menos que adquirir algo de formación como tía. No se puede postular una a un cargo como éste y no saber cómo lo desempeñará. Es importante y requiere dedicación. La experiencia la empezamos a ganar ahora, día a día, para ser tía presente y no perderme nada de lo que la vida le traiga.








4 comentarios:

  1. aww ser tía es genial, es el mejor rol del mundo porque estamos sólo para las cosas buenas, las golosinas, los premios y para secar lágrimas y robar sonrisas.
    Felicitaciones!

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  2. es la mejor sobrina del mundo, lo dice su también Tía que hoy mismo estuvo gozando de su olorcito concentrado a bebé maravilloso. Maravillosa en este caso! I LOVE HER!

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