martes, 24 de enero de 2012

Juicios rápidos

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Si nos ponemos a confesar, veremos que casi a todas (sí, este post es casi exclusivamente femenino) nos va a costar reconocer que no podemos dejar de observar con lupa todos los detalles cuando vamos de visita a una casa en la que no estuvimos antes y, mucho más aún, admitir que arremetemos alegremente sacando conclusiones a la ligera. La curiosidad es muy positiva cuando se trata de saciar inquietudes y de aprender, pero en estos casos es descaradamente entrometida. Lo de husmear en la intimidad de otros es algo atractivo a lo que no nos podemos resistir. Ir por primera vez a casa de alguien que conocemos lo suficiente como para que nos invite pero no tanto como para haber estado antes, resulta parecido a una misión de servicios especiales. Entramos como Indiana Jones en la jungla dispuestas a examinarlo todo con el ojo biónico del enemigo de Terminator. Eso sí, siempre desde el cariño. Ese mismo cariño que nos hace escudriñar cada rincón con vista de rayo láser y sacar conclusiones algo precipitadas, si cabe. Y si no, analicemos en profundidad:

- Nada más entrar: el olor.
Huele a fresco: Ella (somos más implacables con las moradoras femeninas porque dan más juego: una injusticia pura) abrió las ventanas para ventilar porque quiere dar buena impresión si llega alguien sin avisar. Que su casa oliera a encierro sería una tragedia. Le damos un voto inicial de confianza y esperamos poder juzgarla en el próximo ambiente.
Huele a encierro: Llegamos a la vez y abre la puerta a la velocidad de un rayo dejándote kilómetros atrás para llegar despavorida a la ventana y enciende una vela perfumada dando explicaciones: Posiblemente diga que no ve telenovelas pero lo haga a escondidas y le fastidia que la critiquen.

- El recibidor: primera impresión.
Hay un perchero con una pamela sólo por decoración y un pañuelo de flores púrpura que no se usa: es amable pero se reserva para momentos mejores, no disfruta del presente, siempre espera lo que está por llegar. Debería pintarse las uñas con purpurina de vez en cuando.
Hay revistas apiladas de mala manera y unas zapatillas de andar por casa: es espontánea, un poco indisciplinada y no pierde oportunidad de pasárselo bomba.

- La cocina (esa gran fuente de inspiración para la crítica despiadada):
Tiene una mesa con una sola silla: ha perdido la esperanza.
Tiene cuatro sillas y un frutero con plátanos: todo el mundo es bienvenido y los atenderá sin protocolo.
La nevera está llena de verduras y frutas frescas, un tetra brick de leche de soja y queso blanco light: se cuida la piel, quizás vaya al gimnasio intermitentemente y se ponga mascarilla en el pelo cada tres días pero no pica entre horas ni se compra zapatos de charol.
Hay mayonesa, kétchup, un paquete de galletas de chocolate abierto, aceitunas con envinagrados, una botella de vino blanco y queso ‘Caprice de Dieux’: sabe improvisar, le gusta quedar en bares ruidosos y la buena vida sin complicaciones.
Tiene un táper que contiene una especie de terciopelo verde y un tomate mustio: no tiene pretensiones caras, no está entre sus aspiraciones convertirse en la anfitriona del año y lo más probable es que no tenga alfombras porque prefiere leer lo último de Haruki Murakami en lugar de pasar la aspiradora.
En la despensa hay curry, guindilla, tomillo y especias hindúes: es aventurera y curiosa, quiere aprender japonés por su cuenta pero al final abandona después del cuatro fascículo porque encontró una colección de ‘pareos del mundo’ que le fascinó.

- En el salón:
Hay un sofá cómodo, unas mantas de pelo largo, almohadones y una alfombra mullida: se engancha fácilmente a las series de 500 capítulos y no va de botellón a menos que sea estrictamente necesario.
El sofá es de piel blanca, hay unos estores blanco-roto inmaculados y un lirio blanco en un florero transparente con piedritas plateadas: a menos que seas el fotógrafo de El Mueble, ya podés salir por donde entraste porque que no merendarás churros con chocolate sobre la mesa de diseño.
Tiene fotos de su boda a tamaño natural y algún recuerdo de comunión con ribetes dorados: No te olvides de cerrar la puerta al salir. Réquiem por el glamour y todos sus derivados.
Deja las cortinas abiertas para que se vea la maravillosa flora multicolor del patio y alguna jaula decorativa sin pajarito: es optimista, extrovertida y posiblemente tome sol en la terraza con un daiquiri en una mano y la Cosmopolitan en la otra.
Tiene estanterías con libros desordenados y apilados porque ya no caben: es apasionada, soñadora y quizás un día, en un arrebato de culpabilidad, se apunte al gimnasio pero acabará charlando con el portero sobre la última novela de Matilde Asensi y, en el camino de vuelta a casa, comprará bombones sin un ápice de remordimiento.

- La habitación (oportunidad de salvar el pellejo):
Su cama es gigante y tiene un edredón de flores rosadas: es romántica y a veces un poco ilusa pero vive alegre tomando té de jazmín con galletas de canela por las tardes.
Tiene una colcha con tonos wengué: sus ligues son esporádicos y se van antes de desayunar. Lee la parte salmón del periódico para controlar su modesta inversión en una empresa vanguardista.

-El baño (otra inagotable fuente de información):
Tiene un sérum que cuesta medio sueldo: está obsesionada con su imagen y odia a Angelina por solidaridad con Jennifer.
Usa cremas de elementos naturales como avena, almendra, aceite de oliva, argán o cualquier otra que empiece con A: es honesta, amante de los animales y cuando quiere difundir su filosofía de vida en busca de adeptos todos miran hacia otro lado.
Guarda los champus en miniatura de los hoteles sin usar: disfruta de la vida pero se impone límites. Necesita hacer yoga, liberarse de tensión y comer más brownie.
Tiene flores frescas en un jarrón de cristal: es previsora, ordenada y no quería parecerse a su madre pero al final son dos gotas de agua.
Hay un rollo de papel higiénico de respuesto: es considerada, buena anfitriona y se rió mucho con la película “Y entonces llegó ella” pero alucinó.

Ahora analicen qué tipo de persona son ustedes y cómo son las casas de sus amigas… uuuuhhhhhh… da miedo ¿no? 

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4 comentarios:

  1. Jajaja, si que da miedo!!! no me quiero analizar...
    Lo que tengo claro es que todo el mundo es bienvenido a mi casa, este limpia o no, ordenada o no, perfumada o no...
    Pero lo que nunca falta en casa son cervezas en el frigo y como poco algo para picar, jajaja
    Un saludo

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  2. Hace días que te sigo... pero creo que no había comentado... Y no se a través de quien llegué, porque hay días que empiezo en un blog, miro sus enlaces, y luego los enlaces de sus enlaces, y así hasta llegar a blog en los que me quedo... me alegro de que te gusten mis cosas... intento hacer cosas sencillas, sencillas de hacer, y visualmente poco recargadas... a mi estilo...
    Gracias por pasarte por mi blog
    Un saludo

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  3. Jajajjaa, qué gran verdad!!! Yo hago un escáner en 0,2 segundos, y luego le digo a mi novio "Has visto no sé qué...?" y él: pero cómo te has fijado en eso, yo ni por asomo!!. En fin, somos asíi, no?
    A mí los baños me parecen especialmente delatores... un baño dice muho mucho mucho sin hablar!

    Un saludito, Mariana

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  4. jajaja, lo que me he reido con tu post, genial, como siempre. Me encanta cómo escribes.

    Totalmente de acuerdo: aunque no lo reconociéramos ante un juez, creo que las chicas somos así de "chismosas" y hacemos una radiografía al detalle de las casas que visitamos, pensando "pues yo pondría esto de otra manera", o "eso me gusta, lo voy a copiar", etc. También hacemos eso con la ropa y el aspecto de la gente. Es una pena, pero los prejuicios son poderosísimos.

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