miércoles, 22 de mayo de 2013

Paseo lluvioso y vistas agradables

 Paseando por Barcelona en un día lluvioso, lo que se vé, es ésto:

 

La entrevista


Todo parecía estudiado, como en una serie de policías en la que se prepara el escenario para que los intérpretes se muevan en el ambiente con toda comodidad. Entrada típica de gran organización donde todo debe parecer controlado: garita con seguridad, barrera, solicitud de identificación y semáforo de alto. Una vez dentro, el recorrido era lo suficientemente largo como para dar tiempo a pensar de qué modo hacer la introducción. En la recepción, una chica uniformada como llegada del futuro o de algún sitio donde se aprende a sonreir perfectamente, le solicitó nuevamente la documentación. Después del segundo filtro y una tarjeta identificativa para la solapa, una mano y una sonrisa amable se extendieron delante suyo para recibirla. La mano era conocida, el lugar no.

La primera puerta de cristal dejó paso a un hall alargado en el que se sucedían los grupos de dos o tres personas charlando de pie mientras tomaban café de manera entre profesional e informal. A través de los cristales entraba más luz de la que cabría por cualquier ventana convencional. Los pasillos interminables flanqueados de paredes transparentes dejaban al descubierto, a ambos lados, regimientos de trabajadores ensimismados en váyase a saber qué tipo de variadas tareas, los cuales a pesar de moverse como peces en el agua, daban la impresión de seguir una cadena de acciones previamente diseñadas para aparentar profesionalidad.

El interrogatorio, poco cálido, dejó traslucir cierta falta de experiencia en el trato con personas en quienes preguntaban. Ni un gesto en ellos, ni una palabra suya permitieron que ella sospechara si sería la persona que buscaban. El esfuerzo de los interrogadores por atravesarle la frente para llegarle al consciente y adivinar su pensamiento no fructificó. Las preguntas no eran lo suficientemente hábiles como para desvelar una reflexión sincera sino que apelaban al constante automatismo de la respuesta predecible que el interlocutor prefiere oir en lugar de la verdad.

Sólo al final, cuando la cadena de automatismos se quebró, logró por un segundo sentirse algo más afín con el entorno, cuando una de ellas, en un gesto de acercamiento mucho más personal, se dirigió a ella por su nombre y le dijo: Yo prefiero que te quedes tú.




lunes, 13 de mayo de 2013

La justicia al final

Ayer por la mañana me sobresalté por dentro cuando en la radio escuché una noticia que tuve que reconfirmar después en otros medios por lo inverosímil de su naturaleza.

Es difícil decir que uno se encariña con algún personaje a quien no ha conocido nunca pero a veces pasa.
Cuando oí que Constantino Romero había muerto no pude evitar apenarme del modo ése que uno se apena cuando, sin darse cuenta, le había tomado aprecio a alguien desconocido.

En cuanto supe la noticia me vino inmediatamente a la mente el programa ése que él conducía cuando llegamos a España y en el que la tele nos hacía gran compañía y nos enseñaba a diario un poquito de cómo era éste país, 'El tiempo es oro'. Esa carrera frenética por la enciclopedia de papel, que hoy en día carecería de todo sentido, era un verdadero sprint de conocimientos que presagiaba que la urgencia y necesidad de saber pronto pasarían a otro plano.

Ese hombre semigordito de voz absoluta y profundamente seductora (miren a Clint Eastwood en Los puentes de Madison y díganme que no es así), nos sorprendió yéndose sin saludar. Será que era poco conocida su enfermedad o será que no quiso él llamar para avisar, otro símbolo más de esa elegancia que le salía por la garganta más que por la imagen.

Hoy supe que soplaba alguna respuesta furtiva a los concursantes cuando nadie le miraba para echarles la mejor de las manos, que cenaba con ellos siempre que podía y que, a pesar de su fobia a la fama, era más que educado con quienes se acercaban a él en busca de autógrafos. Que era creativo hasta quedársele pequeño un simple papel de presentador y que sus dotes estaban realmente en la interpretación.

Pero lo más curioso de todo es que, buscando saber más sobre su ida, encontré la foto en la que, a mi juicio, queda patente que su atractivo físico se había llegado a poner a la altura de su voz justo ahora, al final de su vida. Paradójicamente su edad más madura, aunque tempranísima para morir, le había otorgado haciendo justicia, la imagen que se merecía de hombre sabio e interesante a la vez.

Constantino Romero

miércoles, 8 de mayo de 2013

La vida, hoy


Como una imagen, o varias, valen muchas palabras, cuando una anda falta de éstas últimas se pone y hace un collage que lo resume todo.

1. Paseando por el parque
2. Un edificio con aire colonial cerca de casa
3. Nela tomando el sol como la reina que es
4. Un mensaje en forma de cartelito decorativo
5. Lilly en la gloria bendita mientras me hacía compañía
6. La plaza del monasterio
7. Una floristería donde tienen de todo lindísimo-carísimo
8. La sobrina más linda del mundo mundial que existe en la faz de la tierra y alrededores
9. Un escaparate con perro de verdad incluido

Lindo día, sí.

sábado, 4 de mayo de 2013

Una terraza

Una lindísima combinación entre el amor por los animales y por la decoración y cómo ambos cambian la manera de ver las cosas.


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